Pues sí que...

Llevo un montón sin escribir. Han pasado tantas, tantas cosas... La Navidad de 2004 fue un hermoso tiempo de vacaciones que se saldó con un terribilísimo acceso de lumbalgia. No recuperé la vertical hasta mediados de enero.

A partir de ahí, todo es un mar de días grises y rutinarios. Exactamente, hasta el 11 de febrero. Ése día cambió mi vida. Para mal. A las 11 de la noche, del 11 de febrero de 2005, ardió el Windsor como la espada del ángel custodio del Paraíso. Nos sentimos, todos, lanzados de pronto contra la más cruel de las realidades. Hola, chicos, bienvenidos al mundo real.

A partir de ahí todo fue... la leche. Nosotros que creíamos que estábamos mal, constatamos que la ley de Murphy es implacable: "No hay situación por mala que sea que no pueda empeorar".

Y un día nos despertamos (allá por Semana Santa) y descubrimos que nos habían realojado. En la Torre Picasso (esto hay que decirlo con la voz del que dice "Ametralladora marca ACME" en los dibujos del Correcaminos).

Y aquí estoy. He llegado a la puta CUMBRE...

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Escuchando: We Are The Champions (Queen) Por increíble que parezca...